ISLAS CÍES

 

Era la Navidad del año 2002 cuando sucedía la mayor catástrofe ambiental de la historia de nuestro país. El vertido, como bien sabemos afectó a todo el litoral gallego, a parte del litoral portugués y llegaría incluso a arribar a Las Landas, en Francia. Desde luego, tampoco las Cíes se salvaron del influjo del negro vertido del fuel. El propio José Antonio Fernández Bouza, director del parque recuerda aquellas navidades con amargura. “Acudieron al parque nacional todos los efectivos de los otros parques nacionales. Eran cerca de 800 personas trabajando a destajo para recoger el fuel que día tras día iba llegando a la playa”. Además de la retirada del fuel se llevaron a cabo labores de hidrolimpieza, para luego realizar un seguimiento acerca de cómo iba remitiendo el daño.

 

El pueblo de Baiona, a veinte minutos en barco de las islas, tampoco se salvó de la llegada de la marea negra. Miguel Martínez, uno de los marineros de la zona cuenta cómo los voluntarios iban llegando a echar una mano, tanto en las playas del pueblo como en las Islas Cíes. “Llevábamos gente en el barco y con unos ganapanes y unos calderos enormes de 500 kilos cogíamos el chapapote. Al principio no notas que te pase nada, solo recoges. Pero conforme pasa el tiempo, vas notando lo tóxico del fuel”. Si bien Baiona y las Cíes salieron afectadas, quizás no fueron quienes se llevaron la peor parte. “Por allá arriba, en las Rías Altas llegó mucho más. Pueblos como Camariñas, Muxía, Corcubión…Allí fue lo peor”.

 

Casi doce años después los efectos del Prestige han remitido en las Islas Cíes. “El ecosistema ha recuperado su riqueza -explica Fernández Bouza-. Pero desde este accidente se han tomado medidas en España que ayudarían a las Comunidades Autónomas a afrontar mejor estos desastres”. Han pasado años de aquello, pero ni en Vigo, ni en Baiona, ni el resto de poblaciones de la zona olvidarán aquellas navidades en las que la alegría del pueblo gallego se tiñó de un viscoso y espeso negro.